VIETNAM 2012




                                     




Nuestra llegada a Vietnam fue a través de una espesa niebla. Los últimos  kilómetros los hicimos sobrevolando valles verdes cubiertos de bruma. Lo primero que me llamó la atención de Hanoi, aun sin haber aterrizado, fueron sus casas, altas, alargadas, pero muy, muy estrechas y rodeadas de arrozales. Luego supimos que dicha forma se debe a que todo el mundo tiene su negocio en la primera planta y los metros de fachada se cotizan muy caro.

Al llegar pasamos los trámites de inmigración, que se hicieron bastante largos, ya que de los ocho militares de la oficina solo cuatro estaban trabajando.
Nada mas salir de la terminal conocimos a Lan, nuestra guía en Hanoi (que me disculpe si no he escrito bien su nombre), su castellano era bastante bueno y me causó muy buena impresión desde el primer momento. La verdad es que siempre tengo un cierto temor a encontrarme con guías que tengan como único objetivo llevarnos de tienda en tienda de sus amigos, donde intentan vendernos de todo llevándose alguna comisión, desde que ya nos ocurriera algo parecido años atrás en Xian.



Nuestro hotel de Hanoi estaba situado sobre el lago Oeste en una zona tranquila del norte de la ciudad. El calor y la humedad hacían que la bruma inundara todo el paisaje prácticamente todo el tiempo. 



Nuestro primer día no fue muy provechoso. El jet lag y el hecho de haber tenido que maldormir en el avión nos hacía estar muy cansados, así que nos limitamos a visitar las zonas próximas al hotel como la pagoda de Kim Lien y ha echarnos una reparadora siesta. A pesar del cansancio, nuestro paso por la pagoda fue muy interesante, ya que pudimos ver a un monje realizar sus oraciones mientras golpeaba un instrumento similar a un coco y usar de vez en cuando un gong.


 
Por la noche, ya más descansados, fuimos a cenar a un restaurante que la agencia había contratado para darnos la bienvenida. Que vengan a buscarte en coche al hotel para llevarte a un restaurante y que te esperen a la salida de la cena para volver a llevarte al hotel, es una sensación nueva para mí. En esto debe consistir ser rico. Durante la cena pudimos comprobar dos aspectos que nos acompañaron el resto del viaje, lo rica que era la comida y la extremada amabilidad de los vietnamitas.


 
Desde el hotel se contemplaban unas bonitas vistas de la ciudad al otro lado del lago, siempre y cuando la bruma nos dejara ver.



A la mañana siguiente fuimos a recorrer el centro de Hanoi. Nuestra primera visita fue la pagoda de Tran Quoc. Ya había visto muchas pagodas en china y muy espectaculares pero esta me sorprendió por su altar, uno de los más bonitos que he visto. Luego descubrimos que era algo generalizado en las pagodas y templos vietnamitas. Sus altares son prodigiosos predominando el color rojo que simboliza la felicidad y el dorado la prosperidad. En todo Vietnam se venera al Buda Feliz que se representa sentado, gordo y muy sonriente.



De ahí nos dirigimos al mausoleo de Ho Chi Minh, pero nos encontramos con que muchas de las calles estaban cortadas. Al día siguiente se celebraban los 58 años de la liberación de Hanoi y las tropas estaban ensayando para un desfile así que decidimos ir primero a ver el templo de la literatura.



Que sorprendentes eran las casas, tan estrechas pero tan altas. A pesar de estar bastante destartaladas resultaba curioso la devoción que tienen los vietnamitas por la vegetación. Todas las terrazas estaban repletas de plantas que colgaban fachada abajo. También sorprendía la cantidad de motos que recorrían la ciudad, aunque nada comparable a lo que vimos posteriormente en Saigón.



Si hay un epicentro de la cultura vietnamita ese es el Templo de la Literatura de Hanoi. Realizado en honor a Confucio, fue la primera universidad del país allá por el año 1070. Sus jardines están adornados con las estelas grabadas en piedra de los alumnos que superaban los exámenes.



Un objeto que me pareció muy curioso es el llamado “Pijama de sol”. Lo usan para montar en moto ya que el un estándar de belleza en Vietnam, al contrario que en occidente, es la piel blanca. Cubre las manos y la cabeza y las pocas zonas expuestas las cubren con gafas de sol y mascarillas.



También me resultó curioso el uso de Non, sombrero tradicional vietnamita, por una gran parte de la población de las grandes ciudades. En un principio pensé que estaría más limitado a zonas rurales, pero pude comprobar que es bastante popular.



Después de una rica comida vietnamita volvimos al mausoleo de Ho Chi Minh. Aunque en el propio mausoleo no se podía entrar, si pudimos visitar sus alojamientos. El tío Ho, como se le conoce cariñosamente, tenia fama de ser austero y vivir en una pequeña casa tradicional vietnamita. Que pena que los actuales dirigentes no tengan las mismas ideas. También resulta curioso que estos mismos dirigentes hayan decidido embalsamar a Ho Chi Minh, cuando su último deseo fue que esparcieran sus cenizas por todo Vietnam. 



Muy cerca del mausoleo está la Pagoda de Lien Hoa Dai o del pilar único. Se encuentra construida dentro de un estaque y como su propio nombre indica, se soporta sobre un único pilar.


  
Cuenta la leyenda que durante la invasión china de la dinastía Ming, una tortuga gigante se le apareció al emperador vietnamita Le Loi en un lago del centro de Hanoi, portando una espada mágica con la fuerza de mil hombres, a fin de ayudarle a repeler la agresión. Una vez ganada la batalla, el emperador devolvió la espada a la tortuga y mandó construir una pagoda en su honor. Hoy en día, en dicha pagoda, llamada Ngoc Son y situada en una isla dentro del lago, se encuentra una tortuga momificada que se supone que fue la que entregó la espada al emperador. El lago recibió el nombre de Hoan Kiem, que significa lago de la espada restituida.



La pagoda de  Ngoc Son se encuentra pasado el puente que sirve de acceso a la isla donde está construida. Es una de las mas populares de Hanoi y siempre está repleta de gente, que se acerca cuando algo importante va a pasar en su vida y desea recibir la buena suerte que, se supone, otorga el realizar ofrendas.


 
El centro de Hanoi es caótico. Pequeñas callejuelas dividen la zona en sectores agrupados por gremios y las fachadas y los postes coleccionan una cantidad ingente de cables eléctricos. Las innumerables motos y los pocos coches circulan sin un sentido establecido y obviando las más simples reglas de circulación. 


  
Al día siguiente salimos en coche hacia la bahía de Ha Long, hecho que, después de estar varios días recorriendo Hanoi de un lado para otro, era un plan que nos apetecía bastante. Un relajante crucero a bordo de un pequeño barco de madera, serpenteando entre miles de formaciones rocosas que emergen del mar en un absoluto silencio, rara vez roto por el relajante  sonido de algún pequeño barco pesquero. 



Esta es la típica estampa rural vietnamita, un campesino cultivando arrozales. No en vano, Vietnam es uno de los mayores productores de arroz del mundo. El estado garantiza a cualquier ciudadano vietnamita un pequeño terreno de cultivo, una cantidad de arroz para consumo propio que no paga impuestos y una formación en el cultivo realizada por funcionarios estatales. Esto garantiza que en Vietnam, a pesar de las condiciones económicas del país y de cada individuo, nadie pasa hambre. Es posiblemente el lugar del mundo de ámbito comunista donde he visto esta política mejor aplicada. 



Ya en Ha Long embarcamos en un Junco. Un Junco es una embarcación a vela típica del sudeste asiático. Realmente nuestro barco era una embarcación a motor cualquiera, solo que estaba decorada así. El interior era de madera y los camarotes algo pequeños pero poseían una pequeña terraza en la que se podía observar el paisaje. En cualquier caso pasamos casi todo el tiempo en la cubierta.



Cuenta una leyenda que un dragón descendió del cielo para ayudar a los vietnamitas a repeler las invasiones chinas provenientes del mar. Él y sus descendientes, escupieron bloques de Jade que acabaron convirtiéndose en montañas. También existe otra versión del mito que asegura que el mismo dragón golpeó la tierra serpenteando por ella y hundiéndola bajo el mar, quedando tan solo las crestas de los valles que formó. No obstante, Ha long en vietnamita significa dragón descendente. Aun hay gente mayor por aquí que piensa que el dragón aun habita en el fondo del mar.



Debido al bloqueo estadounidense sufrido por Vietnam hasta 1994, el turismo está en pleno despegue y lugares como Ha Long han pasado desapercibidos hasta hace tan solo cinco años, que se empezaron a poner en funcionamiento pequeños cruceros que recorren los cientos de kilómetros de frondosas islas de roca en pleno mar.



Sin embargo, me temo, que la explotación turística hará de este pequeño y bucólico rincón del planeta un hervidero de barcos ruidosos que acabaran con la paz, casi celestial, que se respira por estos lares. Tengo la sensación de haber estado aquí justo en el momento indicado.



Una de las actividades que estos barcos proponen son las visitas a poblados flotantes. La realizamos a bordo de una pequeña barca de remos que manejaba una mujer anciana de sorprendente fuerza. Aquí, como ya comprobé en China, el manejo de las embarcaciones siempre recae en mujeres.



El sustento de estas poblaciones se basa en la pesca. Aunque estoy convencido de que el gobierno colabora económicamente a fin de convertirlo en una atracción turística.


 
Aunque parezca que estamos cerca de la costa por la cantidad de islas que nos rodean, realmente nos encontramos a decenas de kilómetros de ella. Por eso no es raro encontrarse de vez en cuando cargueros y petroleros que aparecen y desaparecen entre las islas.



Pasar una noche a la luz de las estrellas, mecido por el vaivén de un barco, con el único sonido del crujir de la madera y el murmullo del agua, no tiene precio. Desgraciadamente la práctica ausencia de luz me impidió sacar fotos. Esta es del lugar en el que pernoctamos, ya al amanecer.



El único lugar donde concurren algunos barcos es en las proximidades de la cueva de Hang Sung Sot. Desde la bahía frente a la cueva en la que los barcos fondean, se traslada a los pasajeros  a tierra firme en unas pequeñas lanchas motoras que los barcos remolcan.



La cueva de Hang Sung Sot  resulta curiosa, pero no pasa por ser más que otra cueva repleta de estalactitas en su interior, en la que los guías intentan encontrar parecidos, muy escasos, entre las formas de las columnas y objetos de la vida diaria. Bajo mi punto de vista es una visita interesante pero no imprescindible.



De nuevo de regreso al embarcadero la zona se vuelve más concurrida. Esto se debe a que existen gran cantidad de barcos turísticos que se limitan a ofrecer excursiones de unas horas por las islas situadas en los aledaños del embarcadero. Afortunadamente la mayoría de los barcos son de madera y están decorados a la manera tradicional vietnamita, no quedando demasiado mal con el entorno.


 
Tras terminar el crucero, una vez en tierra y todavía hechizados por la majestuosidad que supone la bahía de Halong, pusimos rumbo de nuevo a Hanoi, pero paramos a mitad de camino para conocer el templo de Nguyen Trai. Situado en las montañas de Chi Linh, está dedicado al general homónimo, que fue ejecutado en 1042 junto con toda su familia, acusado del asesinato del emperador Le Thai Tong. Unos años después fue declarado inocente de tal acto.

 


El templo está construido en la ladera de una montaña y posee un puente japonés en su interior. Estas banderas de tanto colorido, son las banderas budistas. Simbolizan cada uno de los colores que emanaron de Buda cuando este alcanzó la iluminación. 


 
Los altares de los templos, como siempre en Vietnam, espectaculares.



Tras conocer el norte de Vietnam pusimos rumbo a Da Nang, la ciudad más importante del centro del país. Nos alojamos en un resort de playa muy cerca de Hoi An.  Esta zona fue la mas devastada por la guerra, ya que aquí se encuentra el paralelo diecisiete, que suponía la frontera entre Vietnam del norte y Vietnam del sur. Aquí también fue donde conocimos a quien supuso una de las experiencias más interesantes del viaje, el señor Lang.


 
En las proximidades de Da Nang se encuentra Hoi An, se trata de un pequeño pueblecito en la desembocadura del rio Thu Bon, pero puerto de gran importancia hace unos 500 años. Hoi An, es hoy en día, una parada esencial en cualquier viaje a lo largo de Vietnam. Paraíso de mochileros, a pesar de ser un gran señuelo para el turismo, pasear por sus calles resulta muy placentero ya que no se encuentran repletas de gente.



La lonja de pescado es posiblemente el lugar más bullicioso de Hoi An. Nos sorprendió que tanto aquí como en el mercado solo se encontraban mujeres trabajando. La explicación es escalofriante y nos la proporcionó Lang: Se calcula que la guerra de Vietnam dejó en el país aproximadamente dos millones de viudas.




Los edificios de Hoi An solo cuentan con dos alturas y sus calles están repletas de vegetación. Varios templos y pagodas salpican sus pequeñas calles, siendo una zona poco concurrida, con lo que puedes pasar a visitarlas y recorrer sus jardines ornamentales con toda tranquilidad.


 
Las distancias son tan cortas y la orografía tan llana, que la bicicleta es el transporte mas habitual, tanto entre los vietnamitas como entre los visitantes extranjeros.



Tuvimos la oportunidad de visitar dos viviendas, una de ciudadanos chinos y otra de vietnamitas. La china, más sobria y opaca, tenía marcadas en la pared las diferentes alturas que alcanzaba el agua en las numerosas inundaciones que esta ciudad sufre. La vietnamita, más abierta y frondosa, me resulto más acogedora que la primera. En la foto podemos ver esta última.



A las orillas del Thu Bon existe una gran oferta de restaurantes de módico precio. La comida del centro del país se caracteriza por ser bastante picante. Parece ser que antiguamente se pensaba que el picante ayudaba a combatir la malaria y esta era una zona con muchas posibilidades de contraerla.



Si alguna vez tienen la posibilidad de llegar a esta encantadora ciudad, no pierdan la oportunidad de verla de noche. Todo el paisaje se ilumina con farolillos chinos. Velas de papel de todos los colores son depositadas en las aguas del río deambulando tranquilamente por las dos orillas.




 

Las orillas del río están repletas de bares y restaurantes. Las terrazas que se encuentran en una segunda planta son muy recomendables, ya que las vistas son magníficas. Nosotros estuvimos cenando en una de ellas y presenciando una especie de bingo cantado, con personajes caracterizados, que se estaba realizando en medio de la plaza.




Pero si hay un símbolo que destaque sobre todos los demás en Hoi An, ese es el puente japonés. Construido en el siglo XVI, marcaba el principio del  barrio nipón.



Tras abandonar Hoi An, rincón del planeta al que la espero que la vida me de la oportunidad de volver, pusimos rumbo al interior, a la selva mas frondosa que he tenido la oportunidad de ver. Allí se encuentran las ruinas de My Tho Antigua capital Champa. Los champas eran un pueblo de origen hindú, que se unieron al pueblo Viet del norte mediante lazos conyugales y  que supuso la expansión del pueblo vietnamita por toda la costa del mar de china meridional.



Los vietnamitas llaman a esta zona el pequeño Angkor. He de decir que a pesar de lo impresionante de las ruinas, no se acercan ni de lejos a la mítica capital del imperio Jemer. En este lugar tuvieron lugar los combates mas encarnizados durante la guerra y se pueden observar todavía los balazos incrustados por todas las pareces del complejo.



Aquí podemos ver uno de los agujeros creados por las bombas americanas. Lang, nuestro afable y anciano guía, era un veterano de guerra cuyo batallón estuvo operando por esta zona durante la ofensiva del Tet. En un primer momento evito hablar de la guerra, pero a medida que pasaron los días y fuimos cogiendo confianza, no pudo evitar sacar todo lo que llevaba dentro. Sus relatos eran escalofriantes. De como tenían que construir las trincheras a mas de ocho metros de profundidad para no morir ante las bombas, de como su batallón de, creo recordar, unos 80 hombres solo sobrevivieron cinco y solo dos sin mutilaciones, de cómo perdió a su hermano, de cómo perdió a su padre, e infinidad de anécdotas que me crearon sensaciones de dolor, ira y tristeza y que vuelven a aflorar, a medida que escribo estas líneas.



El arroz es tan abundante, que conforma una gran parte de la dieta en todas sus formas. Aquí me encuentro aprendiendo a hacer tortas de arroz. Tengo que decir, modestamente, que la que yo hice estaba bastante rica.



A continuación pusimos rumbo a Hue en un interminable viaje en coche por las precarias carreteras de Vietnam, si bien hay que reconocer que el paisaje que dejamos a nuestro paso es digno de mención. Llegamos a Hue a la noche, muy cansados y con unas ganas locas de irnos a dormir.


  CONTINUACIÓN.......