CAMBOYA 2012

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Nuestra visita a Camboya se limitó a los alrededores de la ciudad de Siem Reap. Allí se encuentran las ruinas del Impero Jemer, entre las que los templos de Angkor son su mayor exponente. Si después de ver los horrores de la guerra en Vietnam no habíamos tenido suficiente, Camboya es un país marcado recientemente por el genocidio de los Jemeres Rojos. Se calcula que en los cuatro años que estuvieron en el poder mataron al 30% de la población de Camboya. A diferencia de lo vivido en Vietnam, aquí la gente prefiere no tratar ese tema. Las heridas parece que están todavía abiertas. En cualquier caso imagino que hubiera sido muy distinto de haber ido a Phnom Phenh, la capital, allí todavía se pueden ver los campos de exterminio.  



Ya me habían hablado del alto grado de corrupción que existía en Camboya y lo pude comprobar por mis propios medios antes de haber entrado oficialmente en el país. El funcionario de aduanas, en un perfecto ingles, me sugirió darle una pequeña propina por sus servicios. Después de darle las excusas de “no tengo moneda local”, “solo tengo dongs vietnamitas” o “solo tengo billetes grandes” y no suponer ningún problema para él, incluso ofrecerse a darme cambio, no me quedo mas remedio que sincerarme y comunicarle que no estaba dispuesto a pagar mas por mi visado. Al final y no sin mala cara, accedió a sellarme el pasaporte.



Me sabe muy mal empezar de esta manera mi introducción a la visita al país. Los camboyanos son gente encantadora y alegre. El problema viene dado cuando el índice de pobreza es muy alto y gran parte de la gente pasa de verte como un viajero, a considerarte una fuente de ingresos ambulante. Si el gobierno de turno pasa por alto, incluso fomenta estas prácticas todo se enrarece. Claro que el verdadero problema lo tiene el camboyano de a pie que tiene que ver como una policía corrupta le pide sobornos por cada infracción de trafico cometida, o como, a pesar de estar prohibido, los hijos de policías y funcionarios venden figuras y laminas en los templos cuando el resto del pueblo tiene que limitarse a perseguir a los turistas, ya provistos de sus compras, una vez salen de la visita. 



No se dejen engañar por mis palabras, Camboya es un país que merece, y mucho, la pena. Pero quería empezar la crónica por lo mas negativo, para dejar la parte, digamos, buena para después.



Siem Reap es un jardín. A veces parece incluso que fuera artificial. Al encontrarse en pleno trópico y sin una incidencia de la tecnología e urbanismo, el campo es verde y frondoso. La tierra es fértil, muy húmeda y prácticamente llana. Más al norte, en la selva, no se pueden apreciar llanuras como estas ya que la vegetación impide ver el horizonte, pero en esta zona, más al sur, se pueden cultivar todavía arrozales como estos.



Este fue nuestro primer contacto con la comida camboyana.  Me recomendaron un clásico local llamado amok. Consistía en arroz cocido con pollo, cocinado con una suave salsa de curry y servido en el interior de un coco. 
Independientemente del hambre que yo traía, el plato era delicioso. Al fondo todo el mundo estaba pendiente de la televisión local, que estaba retrasmitiendo la repatriación del féretro del rey Norodom Sihanouk recientemente fallecido en Pekín. La muerte del rey paralizó por completo al país.



Estos monjes se encuentran honrando la muerte del Rey fallecido. A pesar de que el rey Sihanouk había abdicado en su hijo Norodom Sihamoni ocho años antes, tan importante era la figura del rey, que se decretaron cuatro días de luto en los que se prohibió, entre otras cosas, cantar y bailar.



Sin lugar a dudas, la principal atracción de Camboya es el templo de Angkor Wat. Dedicado al dios Hindú Vishnu, fue construido por el rey Suryavarman II y es el templo más grande de toda la zona. Visitarlos al amanecer o al anochecer es muy bonito pero son a las horas en las que está más concurrido.



En la parte central del templo, elevado más de veinte metros, está el santuario. Desde él se tienen unas vistas privilegiadas de todo el complejo. Aquí se encuentran las torres mas altas alcanzando una altura de más de sesenta metros.



Los monos de por aquí están tan acostumbrados a la presencia de turistas que se acercan sin ningún reparo a ver si les cae algo de comida. De hecho, si te fijas, no miran a la cara, miran a las manos.



Resulta sorprendente que estos templos sigan en uso. En ciertas zonas, en medio de los templos podías encontrar altares budistas e hinduistas indistintamente. Por eso se pueden ver monjes budistas, tanto visitando el templo, como rindiendo culto a las imágenes de buda.



En esta zona, gente venerando una representación de Shiva, dios hindú, con sus 8 brazos. Aunque la religión predominante es la budista, el antiguo impero Jemer procesaba el hinduismo.



Al caer la tarde, se forma un mercadillo a las afueras de Siem Reap. Aquí es donde la gente local se acerca a divertirse, comer algo y montar en algunas de las atracciones rudimentarias que montan en la zona. No es un sitio habitual para turistas por lo que nos sentimos observados con mezcla de sorpresa y curiosidad.



Es bastante habitual ver varios tipos de insectos fritos a modo de golosinas. Sería injusto decir que todo lo que se ofrece por aquí es esto, la mayoría de la comida que vimos consistía en una gran variedad de frutas, pollo y carne de pequeños mamíferos. Evidentemente nuestra curiosidad occidental nos lleva a fotografiar el único puesto que causaría rechazo a gran parte de la gente.



  Ya en el centro de Siem Reap, en el barrio de Old Market se encuentra una zona de bares y restaurantes de uso casi exclusivo del turista. En el fondo resulta casi la única zona donde salir a tomar algo, ya que en cuanto se aleja uno de esta parte y del río el resto son callejuelas residenciales oscuras en las que los generadores de luz que hay en cada casa se encienden lo mínimo para ahorrar combustible.



El templo de Angkor wat, a pesar de su gran fama es solo una pequeña parte de lo que la ciudad de Angkor thom fue. Hoy en día solo se conservan sus templos que suponen una extensión de nueve kilómetros cuadrados en plena selva (Thom significa ciudad, mientras que wat significa templo). Una vez te alejas de Angkor wat y de toda su vorágine de turistas, visitar el resto de templos resulta mucho más apacible. A pesar de la humedad y el calor reinante, la sombra perpetua que te ofrece la selva tropical resulta un alivio.



Me sorprendió bastante la naturalidad con la que aquí afrontan las inundaciones. No se trata de un hecho puntual, sino que en este año el agua llega hasta tal zona y el año pasado estaba en esta otra, anegado caminos como el que vemos hasta que la estación seca llegue de nuevo.



A pesar de la fama de Angkor Wat, me encanto el templo Bayón. Excelentemente conservado, es más pequeño que su vecino, pero conserva una gran cantidad de torres que en otros templos se encuentran prácticamente derruidas.



Llama la atención en Bayón sus caras gigantes esculpidas en roca. Como decía, a pesar de los años, inclemencias meteorológicas y la selva que se lo come todo, se encuentran en muy buen estado.


 
Esta es la forma de los puentes en la zona. Aun así la barandilla está pensada para los occidentales, la mayoría de los puentes locales no la poseen.



Una típica casa camboyana. Se encuentra construida en altura para evitar las inundaciones y el ataque de animales. Aunque se encuentran en peligro de extinción y no se les espera ver por aquí, en la selva camboyana todavía habitan tigres.



En ocasiones nos encontrábamos caminando por ruinas en completa soledad con la única compañía de nuestro guía. La verdad es que daba gusto ver los templos tan relajadamente.



El templo más internado en la selva es el templo de Ta Prohm. A pesar de estar prácticamente destruido por la maleza, Ta Prohm es una visita muy recomendada ya que resulta impactante ver como arboles de decenas de metros de altura, serpentean sus raíces entre las piedras milenarias del templo.



El dilema en Ta Prohm es grande. Limpiar de los templos para que así perduren durante milenios a semejanza de las pirámides de Egipto, o conservar esa imagen impactante de la naturaleza desatada, a sabiendas de que con el paso de los siglos se verán reducidos a la nada. Actualmente la opción escogida es la segunda, el tiempo dirá.



La verdad es que me esperaba a los camboyanos mas “achinados”. Sin embargo se me asemejan mucho más a los hindús que a los chinos. Aunque tienen ojos rasgados, sin embargo son de tez muy morena, labios carnosos y pómulos prominentes.



Este es nuestro guía. Su nombre era Sim. Su padre había formado un refugio para huérfanos algo más al norte. Cuando Sim no encontraba trabajo como guía iba a ayudar en el refugio. Ahora, el residía en el monasterio budista de la orden a la que había pertenecido a cambio de trabajar también en el monasterio.



De nuevo en Old Market desde un restaurante en la primera planta de un edificio. 



El templo de las mujeres o Banteay Srei, se encuentra algo apartado del resto de templos de Siem Reap pero merece la pena desplazarse hasta allí. Esculpido en piedra rosácea es uno de los mejor conservados y sus grabados son de un gran detalle. Está dedicado a Shiva y se supone que fue construido íntegramente por mujeres, pero en realidad, dada la sociedad patriarcal de la época, resulta bastante complicado que así fuera.



El elefante asiático, a diferencia del africano, es domesticable. En todo el sudeste asiático se utiliza como animal de carga y transporte. No es raro entonces encontrar señales de tráfico como esta.



En el caso de Angkor el uso de elefantes se limita al ámbito turístico.



Este hombre es el Señor Linn. Aparte de ser el conductor de nuestro coche, pasa por ser la persona más popular de todo Siem Reap. Alegre, extrovertido, allá por donde pasaba se dedicaba a saludar a toda la gente, jugar con los niños y charlar con conocidos mientras se toma un te frio a la sombra. En esta ocasión aprovecho para probar a lanzar la red mientras bromeaba con unos pescadores del lugar y a pesar de que no consiguió cobrarse pieza alguna, doy fe de que su estilo de lanzamiento estaba más que logrado.



Aquí, como en Vietnam, el transporte oficial es la moto. No importa que seas una familia de cinco miembros, hay sitio para todos. En mi país el simple hecho de tener un solo hijo implica el plantearse la compra de un monovolumen.



El método más económico para moverse por Siem Reap es el Tuc-tuc ligeramente diferente a sus homónimos indio y tailandés, los Tuc-tuc camboyanos constan de un carro remolcado por una moto. Este hombre es Sokva. Coincidimos con el la primera noche e incluso nos recomendó algún que otro sitio para salir. Hicimos buena amistad con él, así que siempre que queríamos desplazarnos le llamábamos. Aquí la competencia por encontrar cliente es feroz.



Son bastante comunes en Camboya los masajes de pies practicados por peces. Su nombre es Ictioterapia y cuando consigues soportar las cosquillas iniciales resulta muy placentero. Los pequeños mordisquitos van eliminando las células muertas y después de un día entero pateando la selva es muy de agradecer.



El Old Market es bastante mas tranquilo durante el día pero sigue siendo un lugar ideal para tomarse una refrescante cerveza. He de decir que Vietnam y Camboya han sido los lugares en los que he encontrado mejor cerveza fuera de Europa. La Angkor en Camboya y la Saigón en Vietnam fueron mis favoritas.



Y dejamos Camboya, al señor Linn y a Sim, dejándole los medicamentos para el refugio de su padre y una pequeña aportación económica. La cara de asombro por su parte fue notable, especialmente en lo referido a las medicinas. En un país tan deprimido, son un bien de incalculable valor. Por nuestra parte unos sobres de almax, frenadol y espidifen no nos suponían gran cosa.

A partir de aquí, un interminable viaje con escalas en Hanoi y Paris. Pero el vuelo hasta Hanoi en un avión de hélices nos tenía reservada una sorpresa.  



Este paradisiaco paisaje corresponde a un pueblo llamado Luamprabang, en plena selva de Laos y a las orillas del omnipresente Mekong. El pequeño avión hizo una inesperada parada en el aeropuerto mas pequeño que he visto en mi vida para dejar y recoger pasajeros.




Después de guardarnos el impreso de visado de Laos como recuerdo y de pasar un rato esperando a que nuestro avión estuviera listo de nuevo, pusimos rumbo a Hanoi, no sin haberme dejado una pequeña inquietud de haberme quedado en las montañas de Luanprabang echando un vistazo a los alrededores.

Pero eso será en otro momento.